Es así como mi madre ha sentenciado a todos cuando algo no iba como ella quería. Desde que tengo uso de razón he escuchado la cantinela de la frase en casa y claro, a un niño explícale eso de "que algunos nacen con estrella", sin dejar de señalar la continuación de la frase "....estrellado". ¡Madre mía! A mí que me lo expliquen. Pobre niña. Yo no entendía nada. Esos aspavientos, esa incontinencia verbal, ese zapateado.¡ Si María Zambrano levantara la cabeza! No existían réplicas, ni cómo, ni por qué, estaba todo dicho; vaya día de mierda se avecinaba y eso sí que lo tenía claro.
Bueno y una va creciendo con esa frase pegada a tu espalda, pensando que si soy la que nació con la estrella, o me estrellé sin remedio. Llegan a tu vida los primeros grupos de amigos, la ilusión de tu primer amor, el instituto, el primer pedo borracheril y es ahí cuando te das cuenta, que estás estrellada. Los amigos se dispersan de repente, el amor se va con otra, suspendo hasta las tablas de multiplicar y me acuerdo de mi madre con ese dedo acusador. Esas situaciones se repiten como un bucle, una, otra y otra vez más. He aquí como ya con las primeras canas me planteo eso de vivir como una estrellada o ir a la búsqueda de mi estrella. La primera opción es complicada, ya que es muy difícil avanzar en la vida con ese peso sobre tus espaldas. Soy la estrellada que busca trabajo con ahínco, la que estudia hasta dejarse las pestañas, la que lucha por mantener una relación y la que se siente que con todo lo que hace, nunca es suficiente. Te das cuenta de que llevas contigo grabado a fuego la divina frase que determina tu fracaso antes del intento.
Los padres a veces somos crueles y no digo que lo hagamos a sabiendas. Ahora que todos jugamos a ser psicólogos y aprendernos frases motivadoras, esas que nos impulsan a ser mejores y conseguir todo aquello que te propones y bla, bla, bla, nos olvidamos que una frase mal dicha, puede ser una sentencia; aquella que dijimos cuando estábamos enfadados, puede convertirnos y convertir a otros en inútiles emocionales de por vida.
Y aquí estoy a las 22:49, decidida a buscar mi estrella. Me da igual donde se oculte, sé que hay una para mí, que es mi guía, la luz que me alumbra en este camino que ahora emprendo, que al igual que un niño, debo hacerlo con ilusión, con la osadía de caminar por sendas con muchos obstáculos y de saber que no llevo ninguna frase a cuestas. El fracaso, lo dejamos para otro día.
Buenas noches.
Comentarios
Publicar un comentario